Cala Castell, ubicada en Palamós, se destaca como uno de los últimos rincones vírgenes de la Costa Brava, preservando su belleza natural frente al avance urbanístico, gracias a la acción comunitaria en los años 90. Esta playa, enmarcada por pinares y terrenos agrícolas, se extiende a lo largo de 200 metros de arena fina y dorada, bordeada por el impresionante poblado ibérico de Castell, ofreciendo no solo un lugar de esparcimiento sino también un sitio de gran interés histórico y arqueológico.
A pesar de su ambiente tranquilo y natural, Cala Castell cuenta con servicios básicos para los visitantes, incluyendo un bar, alquiler de hamacas y sombrillas, una escuela de kayak, y servicio de socorrismo. Su accesibilidad para personas con movilidad reducida, mediante rampas y pasarelas, y la disponibilidad de aparcamiento (de pago en verano), la hacen una opción conveniente para todos. Es un destino ideal para quienes buscan relajarse en un entorno prácticamente intacto, disfrutar de actividades acuáticas o explorar el patrimonio histórico y natural de la región.